La Place des Vosges
Una Primavera en Paris
No quiero pecar de impreciso, pero allí fue donde todo comenzó. Era una tarde de lluvia en Paris, suerte que a ella se le ocurrió salir con paraguas, sino la tarde habría perdido todo su encanto.
Si bien es cierto que en una de las primeras cosas que aprendes en esa ciudad, es a salir con un paraguas, esa tarde me negué a hacerlo, quizás porque creí que no me iba mojar mucho, o quizás porque había amanecido con un sol de printemps que sin duda seria fútil cualquier esfuerzo que haga para describirlo. En fin, tengo la casi certeza de que lo nuestro comenzó ahí, con ese chaparrón primaveral.
Justo cuando termine de abrir el paraguas me encontré inmerso especie de burbuja surrealista, por un lado con una plaza que se vaciaba por la inoportunidad del agua y por el otro con una hermosa mujer que acercaba su cuerpo hacia el mío para ponerse al abrigo de tan oportuno reparo.
Recuerdo que esa tarde llevaba puesto unos pantalones pescadores que le quedaban fantásticos, lamentablemente el día no acompañaba tan fantasticas formas. Pero si que valía la pena mirarla, tiene el don de las vestiduras, como aquellas divas de los años ’30 que jamás se les movía un hilo sea que estuviesen haciendo alpinismo, o en una fiesta de etiqueta en Mónaco.
Lo cierto es que ella se parapeto con la sutileza y la gracia de una mujer que no lleva los años en vano, su modo fue tan astuto que cuando me quise acordar, ya había entrelazado su brazo con el mío y la involuntariedad con la que realizo esta maniobra dio lugar a la consecuencia mas lógica que podía esperarse de una situación como esta.
La Place des Vosges, se encuentra situada en un cartier denominado Le Marais y es a mi criterio una de las mas lindas expresiones geométricas que puedan encontrase en Paris, la simetría con la que ha sido construida y conservada por siglos, hacen de este lugar una tierra de fantasía, todos los edificios se asemejan unos con otros y a la vez estos no superan los tres pisos de altura, si uno es buen observador se dará cuenta al recórrela que los marcos de algunas ventanas distan mucho de ser perfectos rectángulos, pero la belleza de la plaza absuelve a estos pequeños detalles de cualquier culpa que pueda serles atribuida a sus arquitectos.
La Place des Vosges... es ahí donde deje mi corazón, es ahí donde encontré mi alma. En algún momento de esta lluviosa tarde, comencé a parafrasear mi encuentros fortuitos con una profesora de la facultad, que me ponía de lo mas nervioso y para peor era reciproco, ninguno de los dos era apático en esté tipo de encuentros, lo que generaba una suerte de tensión perceptible por cualquiera que estuviese allí[1]. Entre frases y oraciones mojadas ella comenzó acariciar mi mano, como quien acaricia la mano de su amado. Pero lo bizarro es que yo no era su amado, era un simple interlocutor que había tenido la suerte de estar en el lugar preciso, en el momento indicado… no quise moverme para no desvanecer lo seductor de ese instante, quede estupefacto frente a tal demostración de ternura. Lo que siguió a esa caricia seria tonto de mi parte recordarlo... Como dijo Margarita: "No mires para atrás, viejo, porque te vas a convertir en una estatua de sal".[2]
[1] A mi favor debo decir que esto me ayudo mucho en la nota que obtuve al final del semestre, pero eso es otra historia.
[2] Los Tarmas, Isidoro Blaisten